Foto |
 |
|
En el peligro ¡qué Cristo!
el corazón se me enancha,
pues toda la tierra es cancha,
y de esto naides se asombre:
el que se tiene por hombre
ande quiera hace pata ancha.
Unos hombres hay que ante el peligro se encogen y se achican, hasta no poder moverse. Otros hay que nunca se sienten mas hombres que cuando hay peligro, y grande.
A esta raza de valientes pertenece MartÃn Fierro. Él no es de los que se achican, sino de los que se agrandan cuando vienen degollando. Y como grande, si alguna vez tendrá pecado no será porque le falten agallas sino porque le sobren. Será cuando, entonado por la bebida, confundirá el valor con la bravata y el coraje con la fanfarronerÃa.
Pero si malos son los excesos, mas malas son las carencias. Al coraje se le puede poner manea y freno ¿pero qué espuela podrá dar ánimo a quien no tiene sangre en las venas? – Al potro del valor hay que saber frenarlo con las riendas de la prudencia; y como el animal salvaje se convierte en flete, asà el bravo se convierte en hombre cabal cuando la razón gobierna sus agallas.
Entonces el matón y el pendenciero se convierten en hombres de trabajo, el que solamente sabe matar y del crimen ha hecho profesión se hace inspirado creador de nueva vida, y aquel a quien los demás hombres temen y rechazan se convierte en conductor de hombres y guÃa de naciones.
Porque estos son los hombres que los hombres aman, los que ponen la fuerza de sus grandes pasiones al servicio no de ambiciones personales sino de las nobles aspiraciones de los pueblos.
Volver
|