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El que era pión domador
enderezaba al corral,
ande estaba el animal
-bufidos que se las pela-
y, más malo que su agüela,
se hacÃa astillas el bagual.
El animal bufando y haciéndose astillas es la imagen y el sÃmbolo de la actitud desafiante con que la naturaleza entera parece plantarse frente al hombre, arisca y rebelde. Y el hombre ha menester de toda su inteligencia y su energÃa para domarla y ponerla a su servicio.
Todas las cosas que rodean al hombre en este mundo son al mismo tiempo un socorro y ayuda, y una dificultad y barrera. Se dirÃa que la naturaleza coquetea a veces con el hombre como lo hace la mujer con el que la requiebra: no entrega sus gracias y sus dones sino a quien con amor, con fineza y con fuerza, se apodera delicadamente de ella.
Es cosa curiosa, pero las cosas no se entregan solamente a la dulzura; reclaman también la pericia y la fuerza; pero no es menos evidente que la naturaleza se resiste cuando el hombre quiere arrancarle sus tesoros por la sola fuerza. Nunca da la vaca tanta leche como cuando el ternero mama antes del ordeñe, ni da el árbol tanta fronda y tanto fruto como cuando el hombre con amor lo poda.
Un dÃa hubo en que la creación entera fue dócil y buena con el hombre, prestándole servicios sin resistencias. Y un dÃa ha de venir en que de nuevo todo el mundo y el universo entero serán dóciles al hombre. Pero en tanto ese dÃa se acerca, debe el hombre aceptar el desafÃo del mundo, con inteligencia aguda, con perseverante esfuerzo, y con amor que comprende y espera.
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