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¡Ah tiempos...! ¡Si era un orgullo
ver jinetear un paisano!
Cuando era gaucho baquiano,
aunque el potro se boliase,
no habÃa uno que no parase
con el cobresto en la mano.
Por hablarnos bellezas del jinete, MartÃn Fierro tal vez no se da cuenta de cuántas cosas nos dice del desdichado animal, sometido a viva fuerza por la destreza, la energÃa y la tenacidad del hombre.
Cualquier criollo sabe lo que significa que el potro se boleara. Es este el último gesto de un instinto enceguecido y el último esfuerzo de una energÃa agotada por salvar uno de los mas preciosos valores de la vida, la libertad. El animal, extenuado, incapaz ya de resistir a la voluntad despótica del hombre junta sus últimas fuerzas, y en un movimiento desesperado levanta de un salto las manos, se para sobre las patas, y en un brinco ciego de locura instintiva se tira sobre su propio lomo para matar al jinete, jugándose en ello su propia vida.
MartÃn Fierro nos llama la atención sobre la habilidad del jinete, que sale airoso del lance; pero no puede evitar que nuestros ojos se vuelvan a la pobre bestia, caÃda, derrotada y sometida, perdida para siempre su libertad. ¡Qué lección tan grande esta que nos da un animal vencido! No siempre es fácil saber cuándo hay que arriesgarlo todo y jugarse entero, hasta morir si es preciso. El potro lo sabe por instinto; el hombre ha de saberlo por su razón; o por su fe. Pero lo que al fin importa es ser capaz de dar hasta la vida, cuando el precio de seguir viviendo es dejar de ser uno mismo.
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