Foto |
 |
|
El gaucho mas infeliz
tenÃa tropilla de un pelo;
no le faltaba un consuelo
y andaba la gente lista...
Tendiendo al campo la vista
sólo vÃa hacienda y cielo.
Porque asà lo quiso Dios hay en el mundo en que vivimos dos cosas, o, mejor dicho, dos caras de las cosas, que deberÃan siempre andar amigas y que sin embargo andan siempre como dándose patadas: la calidad y la cantidad.
Esto sucede no porque la cantidad y la calidad que Dios creó en las cosas sean ellas mismas enemigas, sino que es el hombre el que muchas veces las separa y las pone en campos antagónicos. Hay hombres a los que tanto les gusta la cantidad que con tal de abarcar mucho poco les importa que lo mucho que abarcan sea bueno; y hay hombres que ponen tanto empeño en la calidad de lo que hacen que por sacar una sola cosa buena dejan de hacer muchas que, aunque no sea a la perfección, tienen necesaria obligación de hacerlas.
Ninguno de estos dos extremos da en el clavo. Mal hace el hombre que descuida lo mucho por afán de lo perfecto, y peor hace el que descuida lo bueno por codicia de lo mucho. Asà lo entendÃa MartÃn Fierro. Por eso su vista se solaza en el recuerdo de aquellas leguas de tierra pobladas por millares de cabezas de ganado bajo el azul del cielo, y más se goza todavÃa en la nostalgia de aquellos dÃas en que hasta el gaucho mas pobre se podÃa de dar el lujo sencillo y honrado de tener un solo pelo en su tropilla.
Y más allá todavÃa, MartÃn Fierro abre la anchura de su mirada gaucha a la esperanza verde de los campos y a la azul protección del cielo. Porque lo bueno al igual que lo mucho de la esperanza, de la tierra nace y por la protección del cielo crece.
Volver
|