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Cuando llegaban las yerras
¡cosa que daba calor
tanto gaucho pialador
y tironeador sin yel!
¡Ah tiempos...pero si en él
se ha visto tanto primor!
Dos son los personajes principales de esas hazañas gauchas que se llaman yerras: uno es el que con el hierro al rojo vivo graba en el cuadril del animal la marca de su dueño, el otro es el que echa el pial para derribar al bruto y ponerlo a disposición del marcador. Se llama precisamente pialador, y su oficio, mezcla de arte y de fuerza, consiste en enlazar la pata de la bestia y sin asco pegarle el tirón que la derriba. No tiene que temblar el pulso ni fallar la vista. Un error de cálculo echa a perder el tiro, y una falla del brazo puede desmuñecar al hombre o arruinar al animal.
Por eso MartÃn Fierro canta con gaucho orgullo su admiración nostálgica por aquellos hombres que contaban por decenas y decenas los piales bien tirados. Y en su admiración un punto muy preciso es el que absorbe su atención: el momento del tirón. Porque es el momento de la decisión. Y la medida del hombre son sus decisiones. La vida es una vasta cancha en la que cada dÃa representa un ineludible desafÃo a la capacidad de decisión del hombre, y la victoria es siempre de los que saben decidir, de los que dan a cada desafÃo la respuesta justa en el momento justo, sin caer en extremos, sin demoras, y sin prisas.
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