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Pues siempre la mamajuana
vivÃa bajo la carreta;
y aquel que no era chancleta,
en cuanto el goyete vÃa,
sin miedo se le prendÃa
como güérfano a la teta.
La costumbre del trago al pié de la carreta no era propia de mujeres; el trago al aire libre boca al pico era cosa de varones. El hombre que no bebÃa no era sobrio sino maricón, y la mujer que lo hacÃa no era liberada sino borracha.
Hoy, en cambio, las cosas son diferentes, y vaya uno a saber si son mejores... Lo que sin duda es seguro es que tomar mas de la cuenta es cosa mala, sea hombre o mujer quien asà beba, y que no tomar por regla general es cosa buena. Pero cuando la bebida gusta y la ocasión lo alienta, la moderación alejará del vicio y aflojará con prudencia las riendas de la alegrÃa, y sin dar lugar a estragos entibiará el corazón.
No hay duda de que el fin del trago puede ser no la sonrisa sino las lágrimas, cuando el corcho es lerdo para volver al pico. Pero entonces la culpa no se la ha de echar al vino sino al hombre. El vino, como todas las cosas que Dios ha puesto al alcance de nuestras manos, nada tiene de malo si quien bebe lo hace con sobriedad y medida. Lo malo no está en las cosas sino en los hombres, que las usamos para lo que Dios no quiso. Dios no quiso el vino para degradación y vicio sino para alegrÃa y expansión. Todo es cuestión de no dejar el pico mucho tiempo sin su corcho...
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