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Es asunto conocido el enfrentamiento entre Estanislao López y Facundo Quiroga ocasionado por el reclamo del Moro, el caballo predilecto del caudillo riojano, pero bien vale volver sucintamente a la historia para precisar dos términos vapuleados en la disputa.
Tras la derrota de Oncativo, el segundo del General Paz, Gregorio Araoz de la Madrid, ocupo La Rioja y, además de cometer toda suerte de tropelÃas, como insultar a la esposa de Quiroga y engrillar a la madre, se supone que capturo al Moro y lo envió a córdoba, sin que haya constancia de esto. Lo concreto es que a la finalización de la guerra, en 1831, el caballo apareció en poder de López, cuyas tropas habÃan ocupado la provincia mediterránea.
La cuestión era que el Moro (asà le dicen al caballo de pelaje gris) no era una simple cabalgadura. Tan no lo era que, entre algunos seguidores de Quiroga y otros contemporáneos, estaba difundida la especie (según lo documenta Paz en sus memorias) de que, a semejanza de la cierva de Sartorio, adivinaba si su dueño vencerÃa o no en una batalla, por si fuera poco, le daba saludables consejos. Enterado Quiroga de que el Moro estaba en manos de Estanislao López, le reclamo su devolución; el Santafesino hizo oÃdos sordos al pedido y la cuestión se puso espinosa. Quiroga formulo enérgicas protestas y hasta amenazo con la guerra. Rosas medio, a través de Tomas de Anchorena, sin ningún resultado y, para peor, López, redoblo la apuesta con ánimo afrentoso: afirmo que el Moro era un “matungo”. Ante semejante salida de tono creció la cólera de Quiroga y el propio Rosas le escribió a López para interceder, a lo que este respondió con una nueva provocación: dijo no creer que “ese mancarrón” fuese el célebre caballo que se reclamaba.
Quizás el Moro estaba viejo, ¿pero mancarrón?, ¿matungo? Los dos son términos fuertes y se aplican, despectivamente, a los caballos inútiles, inservibles, achacosos o débiles. Detengámonos en esa palabra: ¿significan lo mismo?
Según Corominas, en la edad media “matar” significaba también “herir” y, de allÃ, “matadura”, para identificar heridas en animales. Y en los romances franceses e italianos, matar suele tener el sentido de “abatir”, “afligir” y de allÃ, “abatido”, “vencido”. Es probable que el verbo matar venga del latÃn vulgar, mattare, “abatir”, del que derivo mattus, es decir, “estúpido”, “embrutecido”, asà el vetusto adjetivo francés mat, “abatido”, “vencido”, “rendido”, “agotado”, y la variante alemana matt “sin fuerzas”, “débil”, “flojo”. El sentido, pues, de matungo esta por demás claro: equino acabado y, por asociación lógica, viejo, o sea, que no sirve.
¿Y mancarrón? Este, por su lado, no es sino un aumentativo arcaico de manco, sin una mano o que no puede valerse de ella, de modo que en este caso se trata de un caballo lesionado, con dificultad para andar.
Tenemos, asÃ, que si ambos términos coinciden en cuanto a la inutilidad del animal, son cosas diferentes, detalle idiomático que seguramente tenÃa sin cuidado a López. En lo que hace al Moro y fuese uno u otro el calificativo que le cuadraba, lo cierto es que nunca fue devuelto.
"Gentileza:Diario La Nación, Sección Rincon Gaucho.- Edición y titulado:Mariano Wüllich -Srio Prensa CGA"
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