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Desde arriba del escenario se veÃa como un mar de gente. Primero estaban las 4.000 sillas blancas de plástico totalmente cubiertas. Después los que estaban parados alrededor. Atrás seguÃan las familias que se habÃan armado un asado al lado de los vehÃculos y sentadas alrededor del fuego. Y a continuación de ellos, como si fueron la cresta de una ola, los que se ubicaron en las lomitas para poder ver el escenario. Pero esto era solo en las dos hectáreas y media que tiene el predio donde estaba armado el escenario. Fuera de él, por la calle que recorre el predio de la Difunta Correa no se podÃa ni caminar por el amontonamiento, y cada una de las mesitas y los galpones estaban repletos de familias acampando. El cierre de la edición 18 de la Cabalga de Fe tuvo dos espectáculos, el de las 40.000 personas que dijeron presente en la madrugada del domingo y el del "Chaqueño" Palavecino.
Esta cifra oficial es la que dio la Confederación Gaucha Argentina, aunque en la policÃa calculan que habÃan varios miles más. "Lo importante es que no hubo un solo problema. Fue una fiesta familiar. La gente ha dado un ejemplo, sobre todo para los que vinieron de otros paÃses, como Chile, que no lo podÃan creer. Y para los que llegaron desde otras provincias", informó ayer Adolfo Caballero, presidente de la Confederación.
Toda la movida giró alrededor del escenario en el que tocó el Ãdolo del gauchaje, Oscar Palavecino. Fue la frutilla del postre para los tres dÃas que duró la cabalgata. Pero entre la multitud se vivió una fiesta aparte.
"Nosotros estamos instalados desde el viernes. Somos tres familias, Quiroga, RÃos y Ferrero, de La Puntilla, de Caucete", comentó un gaucho mientras hacÃa el asado a un costado de un extenso tablón montado sobre caballetes. Más atrás estaba el camión estacionado marcha atrás, y en la caja habÃa colocado los colchones. Casi que no hubo familia que no se hiciera un asado. Es que además el fuego sirvió para calentar un poco el cuerpo, a pesar de que el frÃo no fue tan intenso. Esto hacÃa que caminar entre la gente fuera casi imposible: habÃa pequeños fogones por todos lados, y más de uno se llevaba por delante las brazas al no poder divisarlas.
Ante la multitud, también hubo familias que optaron por quedarse en el interior de los vehÃculos. Pero fueron los menos, ya que la mayorÃa se habÃa llevado su silla reposera o banquitos apilables, frazadas para envolverse y varios paquetes de yerba para que las rondas de mate no se cortaran nunca.
Los más prevenidos se habÃan ubicado temprano en las 4.000 sillas que Turismo habÃa dispuesto frente al escenario. Desde la fila tres para atrás cobraban 2 pesos por cada una para disfrutar más cómodo del espectáculo.
Igual fueron pocas, incluso el predio quedó chico ante la multitud que le puso un cierre impresionante a la XVIII edición de la Cabalgata de Fe a la Difunta Correa, la cual nació para unir al movimiento gaucho.
Gustavo MartÃnez - Diario de Cuyo
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