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Como se sabe, nuestros caballos nos llegaron con la conquista española, y con ellos la civilización, y el arte de la caballerÃa que sorprendió a nuestros nativos. Nunca habÃan visto a estos centauros con cabellos como llamaradas, que literalmente se revolvÃan con sus caballos a velocidades nunca vistas, arrasando con todo, eran imparables. Mudos contemplando el inusual espectáculo, quedaron paralizados, siendo fácilmente sometidos por el visitante conquistador.-
Los caballeros españoles hacian gala de la destreza con sus cabalgaduras que la habÃan aprendido de los maestros de la equitación de aquel entonces, los arabes que supieron dominarlos casi por ocho siglos.-
Aún ahora nos quedamos boquiabiertos cuando un jinete lanza el pingo a toda velocidad, y lo sujeta rayando con las patas traseras, gira luego rápidamente a la derecha y la izquierda afirmandose el caballo en un pata, “dar la vuelta en un cuero” dice el paisano, o “dar vuelta en la uña”.- Hecho, el flete debe quedar inmóvil. Luego se desplaza hacia atrás, hacia los costados como acariciando el suelo. Es un regalo para la vista ver las figuras fundidas de jinete y caballo, auténticos centauros. Esto nos trae a la memoria los versos de Martin Fierro: “Cuando me hallo bien montado, me salgo de las casillas…!!!.- Es que como Uds. saben, montar un buen caballo es un placer, es la sensación de recorrer la tierra sabiendo que nada nos podrá detener, y disfrutando el paisaje paso a paso, lo que no se puede hacer, ni en automóvil y muchos menos en avión.-
Cuando la campaña del desierto, en la guerra contra el indio, 24.000 lanzas pampas tuvieron al jaque a 80.000 soldados de lÃnea que habÃan sido rigurosamente preparados por el Ejercito Argentino. El secreto, las excelentes caballadas indias, imbatibles, inalcanzables en esos desiertos, todo gracias a buena educación que habian recibido en el amasanse, que lo habian aprendido “de ver” a los conquistadores manejar sus caballos.-
Lautaro, el gran cacique chileno, aprendió de su amo español el arte de la caballerÃa, y esto se trasmitió a su pueblo, jinetes que hasta ahora enriendan “a la chilena”, que es enriendar “a la arabe”.-
En el clásico “Una excursión a los indios ranqueles”, el autor, Gral. Lucio Mancilla, cuenta que en charla con el Gran Cacique Mariano Rosas, cuando le preguntó porque las indiadas tenÃan fletes tan mansos y a la vez tan briosos cuando el jinete asi lo requerÃa, le contestó, que el secreto estaba en el amanse. “Uds. los cristianos aporrean al caballo, le quiebran el genio cuando amansan, nosotros amansamos con cariños…” Por eso Martin Fierro afirmaba: “El animal yeguarizo es animal consentido, lo cautiva la paciencia.”.-
Y precisamente desde Chile nos llega una joya de la literatura ecuestre: “El caballo chileno 1541-1914” de Uldaricio Prado P. del cual nos permitirmos extractar párrafos imperdibles dedicados, justamente al tema que nos ocupa, la doma.-
Equitación árabe.—El caballo oriental i africano, con sus distintos tipos i variedades han quedado en todos los paÃses que estuvieron bajo el poder musulmán, los que emplean un sistema especial, de equitación, para adiestrar sus animales en los servicios de la montura. Como este mismo sistema, quedó implantado en España, como luego lo veremos, principalmente en el mediodÃa de la penÃnsula entre los moros i pasó por lo tanto a los españoles del Siglo XV i con los conquistadores a América, creemos oportuno darlo a conocer i con ello puede comprenderse que muchas de las prácticas ecuestres moriscas, quedaron establecidas entre nuestros hombres de caballo.
El potrillo desde que nace se encuentra siempre bajo las miradas i manos de su sueño, recibe cuidados i caricias que lo hacen perfectamente manso i de buen carácter. A los seis meses comienza el destete progresivo i para impedir que siga a su madre, lo manean ya de las manos o de las patas, con un cordel de suave lana, por encima siempre, de las rodillas o de las corvas. Una vez destetado el potrillo, sigue a su madre al potrero, donde toma un hijiénico ejercicio, necesario para su crecimiento, en la tarde se recoje a los alrededores de la tienda, i aquà toda la familia del dueño, lo acaricia, lo habla, le da pan, harina, leche i dátiles o miel.
Desde la edad de dieciocho meses, se comienza su educación o domadura, para impedir según lo entienden los árabes el crecimiento de la pajarilla (el bazo) cosa mui esencial, para obtener un buen caballo de guerra, de mucho aguante o resistencia.
Para esto, se comienza por hacer que monte el potron, un muchacho que lo lleva al potrero, con bozal de lazo, o una frena mui suave. En la tarde, cuando vuelve el animal, se le ponen trabas en lugar de amarrarlo, que es la costumbre entre nosotros. El árabe, no sujeta nunca su caballo con lazo ni jáquima, porque según ellos, estos medios, son causas de accidentes i de vicios, impidiéndole además el echarse. Las trabas, son de uso constante i se colocan de pies i manos, bastante cortas para no falsear los aplomos e impedir el encabestramiento. Aun en pleno potrero, el animal se encuentra trabado, algunas veces de un pie i de la mano del mismo lado, para que cuando paste, su lomo se encuentre siempre derecho.
A la edad de 24 meses, el potrón se comienza a enriendar i a ensillar; pero con grandes precauciones, colocándole un freno mui liviano, en el que el bocado se forra en lana bruta, para no lastimar los asientos i para que el animal, lo tome sin dificultad, esta lana se empapa en salmuera. Se considera el animal acostumbrado a la brida, cuando se le ve tascar el freno. Estos ejercicios se renuevan mañana i tarde hasta el comienzo del Otoño, época elejida para la verdadera domadura i adiestramiento del potron. De esta manera, se llega a la edad de treinta meses, acostumbrándole gradualmente a que reciba las acciones de las trabas, de la brida i de la silla. La alimentación que el animal recibe durante este tiempo, es rigurosamente medida.
Un jinete lo monta, con sumo cuidado, sin espuelas, dirijiéndolo con un freno muà liviano i una varilla. El árabe conduce al potron desde sus primeros pasos ensillado, con mucha suavidad i animándole en voz baja, con cierto lenguaje especial, sin enojo, evitando siempre toda maniobra brusca i particularmente los tirones del hocico.
Al mismo tiempo, se enseña al caballo nuevo, la quietud i la docilidad, cuando su jinete monta o bien se desmonta, dejándole las riendas, que arrastren por el suelo. En este último caso, sobretodo, si su dueño se aleja, no debe moverse un paso del punto que lo han dejado, aunque espere dias enteros. Entre los tres i cuatro años, perÃodo del arreglo o adiestramiento, el caballo comienza a ser mui bien alimentado, para que resista los trabajos i ejercicios graduales a que se le somete; ya entonces se le monta con espuelas acostumbrándolo al ruido de las armas i los estampidos de los fusiles. Para obtener estos resultados el árabe mantiene siempre al caballo con el contacto de sus espuelas, que son agudos acicates, lijeramente doblados o algo romos en la punta, que producen desgarramientos continuos en la piel del animal. Las espuelas, según los árabes, mejoran en un cuarto la calidad del jinete i aumentan en un tercio el vigor i la bondad del caballo, lo que es una gran verdad.
El jinete árabe se afirma bastante en la silla, estribando mui corto i con cualquier movimiento de sus piernas, alcanza a clavar el caballo, por el excesivo largo de las espuelas.
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